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Bullying, acoso escolar… ¿Te suena verdad? Solo en España cerca del 30% de los niños y adolescentes de entre 6 y 17 años han estado involucrados en un episodio de este tipo, ya sea como víctima o como agresor. También se conoce que el 6% de los alumnos han sido víctimas directas del acoso escolar, a pesar de que solo 1 de cada 3 son capaces de denunciarlo.

¿Qué es el Bullying?

Se define la conducta bullying como la violencia mantenida, física o mental, guiada por un individuo en edad escolar o por un grupo y dirigida contra otro individuo también en edad escolar que no es capaz de defenderse a sí mismo en esta situación, y que se desarrolla en el ámbito escolar.

Entre el 25% y el 30% de los alumnos de primer ciclo de la ESO afirma haber sido víctima alguna vez de agresiones.

El acosador aprovecha un desequilibrio de poder que existe entre él y su víctima para conseguir un beneficio (material o no), mientras que el acosado se siente indefenso y puede desarrollar una serie de trastornos psicológicos que afectan directamente a su salud o incluso, en situaciones extremas, conductas autodestructivas

En este tipo de conductas están involucrados: el agresor, el agredido, el grupo de los propios escolares, la propia institución y las familias. El bullying es un tipo de trastorno que se puede incluir en alguna de las tipologías descritas por Terr para el trastorno de estrés postraumático en la infancia, en concreto en el tipo II o crónico y en el tipo III o mixto (crónico con fases de reactivación aguda).

Causas más comunes

Las causas que originan el bullying dependen de cada caso concreto, aunque suelen tener unas características comunes: el acosador escolar no tiene empatía y, por tanto, es incapaz de ponerse en el lugar del acosado y ser sensible a su sufrimiento.

El origen de la violencia del acosador puede venir causado por problemas sociales o familiares, que pueden provocar que el niño desarrolle una actitud agresiva y que en la adolescencia sea violento. Otros factores que pueden incidir son una situación socioeconómica desfavorable en casa, poca organización en el hogar o tensiones entre los padres.

Síntomas y tipos de Bullying

Existen una serie de señales que el niño acosado puede presentar y alertar a los padres y profesores en caso de que esté sufriendo bullying escolar:

  • Problemas de memoria, dificultad en la concentración y atención y descenso del rendimiento escolar.
  • Depresiónansiedad, irritabilidad, falta de apetito, dolor de cabeza, malestar generalizado, cansancio, sensación de ahogo, etc.
  • Dificultades para dormir, pesadillas o insomnio.
  • Aislamiento social, apatía e introversión.
  • Mantenerse en estado de alerta de manera constante.
  • No querer ir al colegio, ni juntarse con otros niños.
  • Faltar al colegio de forma recurrente.
  • Ideas e intentos de suicidio.

 

Según el documento Pautas para padres y madres ante el acoso escolar, de Save the Children, las formas que utiliza el acosador para intimidar a su víctima se dividen de la siguiente manera:

  • Acoso físico: El acosador golpea, empuja o utiliza algún instrumento para hacer daño físico a su víctima. También puede esconder sus cosas.
  • Acoso verbal: Consiste en insultar, poner motes, hacer amenazas o provocar a otro niño.
  • Acoso social: Este tipo de bullying se produce cuando el acosador decide aislar a su víctima difunde rumores, convence a otros niños para que no hablen con él o lo humillan en público para que el acosado se sienta aislado.
  • Acoso por internet o cyberbullyingEs un tipo de acoso escolar que ocurre a través de móviles, tabletas, ordenadores, etc. En estos casos el acosador suele enviar mensajes de texto o correos electrónicos desagradables; difundir rumores a través del email o en las redes sociales, o imágenes y vídeos denigrantes, así como crear perfiles falsos que pueden resultar embarazosos.

 

Por eso, desde Proyecto 3 Psicólogos, queremos darte herramientas para luchar contra el bullying. Hoy te presentamos esta pequeña guía para padres y docentes con algunos consejos básicos sobre cómo actuar frente al bullying:


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15 septiembre, 2022 General0

La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), advierte que la reincorporación tras un periodo de descanso puede provocar una reacción de estrés: el cambio de hábitos suele traer consigo un sobreesfuerzo que puede afectar al rendimiento y a la motivación, e incluso, tener un impacto negativo en nuestro bienestar.

Así les puede suceder a muchas personas en estas fechas cuando finalizan las vacaciones estivales y se produce el retorno a la rutina cotidiana y la reincorporación al trabajo tras algunas semanas de sana desconexión física y mental.

Estrés postvacacional

El estrés postvacacional es una alteración psicológica que, si bien no llega a ser un trastorno mental descrito en los manuales diagnósticos, genera un malestar significativo. Este afecta a algunas personas que suelen tener problemas para habituarse a los nuevos ritmos de vida tras las vacaciones y durante la reincorporación al día a día en el puesto de trabajo.

Las personas más propensas a sufrir el síndrome postvacacional son aquellas que tienen una menor resistencia ante la frustración, los trabajadores que disfrutan de vacaciones más largas, trabajan en un entorno desagradable, no les gusta su trabajo, se consideran poco valorados por sus superiores o tienen un mal jefe.

 

Cómo se manifiesta

Sus síntomas pueden variar de tipología e intensidad según sea la persona, su entorno y sus responsabilidades u obligaciones, pero por lo general el síndrome postvacacional se caracteriza por un cuadro de características comunes al estrés y/o la ansiedad, tales como:

  • Bajo estado de ánimo.
  • Decaimiento.
  • Apatía.
  • Ansiedad.
  • Falta de energía.
  • Sensación de hastío.
  • Percepción de no ser capaz de adaptarse de nuevo al entorno laboral.

¿Cómo evitar sufrir estrés postvacacional?

Aunque cada persona es única, puedes poner en práctica estas estrategias para reducir las posibilidades de que el estrés postvacacional aparezca en tu vida al volver al trabajo.

 

1. Organizar el tiempo

Mantener un día a día organizado es una de las primeras medidas que podemos tomar para superar el estrés vacacional una vez hemos retomado las actividades laborales y la rutina diaria de nuestro trabajo.

2. Reservar un tiempo para descansar

Reservar algunas pausas diarias para descansar un poco en los primeros días de la vuelta al trabajo también puede servirnos para ir aclimatándonos en este nuevo período y facilitar un buen estado físico y psicológico durante dicha transición.

3. Ir adaptando los horarios

Es recomendable ir acostumbrando al organismo a los horarios de trabajo de los meses laborales un poco antes de regresar de las vacaciones, aproximadamente en los dos días previos al fin de ese periodo.

4. Hacer deporte de manera regular

La actividad física es esencial para mantener una correcta salud tanto física como psicológica, es por eso que resulta tan importante seguir haciendo deporte durante las vacaciones de verano y durante el regreso, es decir al inicio de la vuelta al trabajo.

Hacer ejercicio intenso nos ayudará a mantenernos en forma y nos permitirá liberar endorfinas, que nos ayuden a sentirnos mejor y a prevenir el estrés que pueda surgir tras las vacaciones de verano.

5. Acostumbrarse al trabajo de manera progresiva

Además de todo lo mencionado anteriormente, para superar o evitar el estrés postvacacional también es necesario tomar una serie de medidas organizacionales justo en el momento en el que regresamos a nuestras obligaciones diarias.

Estas medidas pueden consistir en asumir obligaciones de manera gradual, empezando por las más sencillas y luego por las más difíciles, no llevarse trabajo a casa o empezar a trabajar desde el primer día con actitud positiva y motivadora.

 

 


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13 septiembre, 2022 General0

Llega septiembre y con él la vuelta al cole, un momento de cambio para los niños tras casi tres meses de vacaciones. El inicio de curso obliga a modificar de nuevo sus horarios, rutinas y actividades, y la pérdida de tiempo libre y las novedades pueden llenarles de dudas, nervios o generarles frustración.

La vuelta al cole marca el inicio del “nuevo año” para niños y padres. El pasado curso fue todo un desafío debido a la pandemia del Covid. Los más pequeños tuvieron que pasar por un curso lleno de retos, con mascarilla incluida, confinamientos, grupos reducidos, pocos juegos…Y aún así lo superaron con éxito.

Este nuevo curso 2021-2022 se presenta más esperanzador debido a la experiencia vivida el pasado año y el avance de la vacunación en España. No obstante, este nuevo curso seguirá con restricciones y medidas contra el covid-19. Por lo que los niños y niñas tendrán que vivir nuevamente un año escolar atípico, con el estrés, la ansiedad, y otros problemas derivados de la situación. Por ello, debemos intentar que la adaptación al cole no sea tan estresante tanto para los padres como sus hijos.

Cómo afrontar la vuelta al cole y evitar frustraciones

Con el inicio del curso escolar, los niños tienen que regresar a la rutina de horarios, comidas, sueño, actividades extraescolares… En muchos niños, después de varios meses de descanso, sin horarios y tanto tiempo libre y de ocio, el regreso a la rutina puede provocar gran estrés y ansiedad. Por este motivo, desde Proyecto 3 Psicólogos os queremos dar algunos consejos para que la vuelta al cole sea lo menos traumática posible para todos y la adaptación sea más fácil:

  • Establecer rutinas poco a poco; levantarse antes y acostarse más temprano. Dedicar 20 minutos al día a actividades de estimulación (juegos de mesa, actividades con las manos…)

 

  • Hablar de la vuelta al cole con ilusión y no demasiada insistencia: el regreso de vacaciones lleva asociados numerosos cambios, pero no conviene señalar el colegio como tema estrella.

 

  • Permitirles quejarse: es natural que en el proceso de adaptación a la normalidad muestren su cansancio; por ello, si se quejan alguna vez, podemos responder con alguna frase empática como «entiendo que te cueste volver de las vacaciones, pero ¡va a ser un buen curso!».

 

  • Algo para estrenar: usar material nuevo hace ilusión a todos los niños; por ello, un buen truco puede ser estrenar mochila, estuche o cuaderno.

 

  • Acompañarle el primer día con naturalidad. Si el primer día de cole pudieses acompañar a tu hijo, tanto a la llegada como a la salida, conseguirás generar confianza y seguridad en el pequeño. Así que, si puedes permitirte acompañarlo en la vuelta al cole, no dudes en hacerlo.

 

  • Lista de propósitos: preparar juntos algunas metas que hagan ilusión a los niños y les ayuden desde la motivación a empezar el curso. Pueden decorar ellos la lista de propósitos y situarla en un lugar visible del hogar.

 

No te desanimes si no sabes cómo afrontar la vuelta al cole y si a tu hijo le esta costando más de lo que pensabas. No te rindas, sigue nuestros consejos y verás cómo en unos días van al colegio felices y contentos.


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Los niños con discalculia tienen dificultades para dominar el sentido numérico y el cálculo, por lo que comprenden mal los números, magnitudes y sus relaciones.

El manejo numérico supone en muchas ocasiones un problema para los niños, los padres y los docentes, por ello es esencial evaluar la dificultad presente y diseñar buenos programas de intervención específicas individuales.

¿Qué es la discalculia?

La discalculia es un trastorno específico del desarrollo de base biológica que afecta a los aprendizajes relacionados con la información numérica: el procesamiento numérico y el cálculo, provocando un bajo rendimiento en materias matemáticas mientras que en el resto se obtienen resultados dentro de la normalidad, es la llamada “dislexia de los números”.

La prevalencia de la discalculia entre la población escolar oscila entre 5-7% (cerca de 3 millones de personas en España), lo que significa que en una clase de 25 alumnos al menos un niño tendrá discalculia, una frecuencia similar a la de la dislexia y el TDAH.

Los niños con discalculia tienen dificultades para dominar el sentido numérico, los datos numéricos y el cálculo por lo que comprenden mal los números, magnitudes y sus relaciones, cuentan con los dedos para sumar en lugar de recordar la operación matemática como hacen sus iguales, confunde signos y números que son de grafía similar, y no consigue trabajar con abstracciones para el cálculo mental. Además, presentan dificultades en el razonamiento numérico, para aplicar conceptos, hechos u operaciones matemáticas.

Como en el caso de la dislexia uno de los pasos más importante es la detección precoz, puede ser detectable en la etapa preescolar, pero sobre todo será visible en la Educación Primaria. Debemos detectar si presenta dificultades a la hora de aprender a contar, clasificar, errores de escritura, problemas para seguir secuencias numéricas, omisiones de números al contar, problemas para ordenar o secuenciar números, etc. y si estos persisten en el tiempo es necesario realizar una evaluación para encontrar el origen de esa dificultad. Una vez detectada y evaluada podremos llevar a cabo una reeducación de esas áreas para mejorar el rendimiento matemático del alumno.

 

Cómo mejorar y tratar la discalculia

Para comenzar a reeducar la discalculia sería bueno comenzar por la estimulación de las dimensiones numéricas. Realizaremos tareas de identificación con representaciones manipulativas, actividades para nombrar, reconocer y representar números, trabajar la linealidad (regresiva y progresiva) y una vez aseguremos que estas dimensiones se han trabajado, comprendido y asimilado pasaremos a actividades de cálculo. Por último, trabajaremos tareas relacionadas con resolución de operaciones con enunciados verbales y tareas lógicas.

Además del trabajo de reeducación podemos realizar diferentes adaptaciones como son revisar los aprendizajes previos del niño antes de enseñarle nuevas habilidades, permitir al alumno dibujar o representar los datos al resolver problemas, entregar al alumno las fórmulas matemáticas enseñadas en clase, usar recursos manipulativos como monedas, bloques o rompecabezas para enseñarle conceptos matemáticos, usar apoyos visuales, etc.

Debemos tener en cuenta que este trastorno afecta a diferentes dimensiones como son la verbal, en la que activan zonas cerebrales propiamente verbales; la dimensión visual haciendo referencia al reconocimiento de la cifra en áreas posteriores del cerebro; la dimensión no verbal refiriéndose a la asignación de un valor a la cifra y la dimensión frontal necesaria para la resolución de operaciones de forma directa.

Muchos autores señalan la existencia de seis tipos de discalculia:

  • Discalculia verbal. Es la dificultad en nombrar cantidades matemáticas, números, términos, símbolos y relaciones.
  • Discalculia practognóstica. Problemas para enumerar, comparar y manipular objetos matemáticamente.
  • Discalculia léxica. Dificultad en la lectura de los símbolos matemáticos.
  • Discalculia gráfica. Dificultad para escribir cifras y signos matemáticos.
  • Discalculia ideo-diagnóstica. Dificultad para comprender conceptos y relaciones matemáticas.
  • Discalculia operacional. Dificultad en la realización de operaciones matemáticas.

 

Al intervenir diferentes áreas del cerebro es normal que los niños con discalculia presenten otros errores relacionados, como pueden ser la inhibición a nivel cognitivo, dificultades de concentración y atención en actividades numéricas, y problemas de memoria de trabajo y memoria a corto plazo, como otras dificultades como la dislexia.

Esto en muchas ocasiones dificulta el diagnóstico y la intervención, por ello debemos asegurarnos de detectar qué área o áreas no funcionan correctamente y centrar la intervención de forma individual. La discalculia presenta muchas dificultades en la etapa educativa de los niños, pero con una evaluación precoz y un trabajo individualizado de un profesional podemos solventar estos problemas y dar las herramientas necesarias para obtener buenos resultados académicos.

 

ELVIRA ROBLES ARENILLAS
Psicopedagoga en Proyecto 3 Psicólogos

Leer en Revista Magisterio nº 12280


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