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Para tener una buena empatía en la edad adulta, es recomendable generar un tipo de apego sano en la infancia. Por eso, es de vital importancia intentar generar un apego seguro entre los niños y los padres. En nuestro bienestar y en nuestra salud mental, el apego tendrá un papel crucial. Por ello, es importante conocer qué es el apego, sus tipos y su influencia en la salud mental y emocional.

¿Qué es el apego?

En lo relativo a los primeros años de vida, se entiende como apego el vínculo emocional y conductual más importante en la primera infancia, además del vínculo afectivo, es decir, el sentimiento que une al niño con una o varias personas del sistema familiar.

En la primera infancia, se crean los primeros lazos afectivos, los primeros aprendizajes y el primer eslabón de la personalidad. En la adolescencia, el vínculo fomentará la autoestima y la percepción del yo, unido al crecimiento personal y madurativo. En la etapa adulta, se ampliará el circulo afectivo y se crearán nuevos vínculos afectivos con personas hasta entonces desconocidas pero que se convertirán en relaciones afectivas como es la pareja.

¿Por qué es tan importante?

El apego es clave en el desarrollo psicológico de un niño y en la formación de su personalidad porque:

  • Es una necesidad del ser humano, tan importante como el comer o el respirar.
  • La calidad del apego influye en su comportamiento y en su desarrollo futuro.
  • Le da seguridad, autoestima, confianza, autonomía, efectividad para enfrentarse al mundo que le rodea.

Tipos de apego

1. Seguro

La figura de apego es el padre o la madre que es capaz de responder adecuadamente a las señales emocionales del niño. En este tipo de apego, el niño comprende bien los sentimientos y los puede regular; buscan la proximidad y contacto; tienen expectativas positivas; muestran actitudes de cooperación y empatía; son fácilmente reconfortados por las figuras de apego; son personas socialmente competentes y muestran una ansiedad normal en separaciones.

2. Ansioso-ambivalente

Lo compone padres que son cariñosos pero no saben entender bien al bebé; juegan menos, hay menos contacto; son duras y egoístas y menos sensibles; responde sólo a las condiciones negativas del niño (si un niño se queja); hay menos contacto. El niño muestra una ansiedad intensa; son difícilmente consolados por la figura de apego; muestra rabia anticipada; no accede a reglas fácilmente; ignoran sus estados emocionales y hay comportamiento antisocial en la adolescencia.

3. Evitativo

Aquí hay padres irresponsables, rechazantes, intolerables con los niños, piensan que todo lo que hace el niño está mal, hay continuas conductas de cólera y rechazo. El niño tiene escasa o nula ansiedad por la separación; no quiere ver a su madre con personas extrañas; evita los rechazos y castigos; el niño nota que no se le quiere, que molesta; son menos cooperativos y más agresivos.

4. Desorganizado

Está presente cuando hay padres que maltratan física y psicológicamente al niño, manipulan a su hijo. El niño está desorientado, se aproxima a la figura de apego pero con evitación de mirada; no están motivados por alcanzar metas o conductas determinadas (están llenos de miedo y angustia); temen a su figura de apego y buscan a otras personas como médicos o enfermeras; son más probables a tener problemas de conducta y de agresividad.

Hay diferentes maneras de estimular o generar un apego seguro entre los progenitores y los niños. Algunas de las recomendaciones más importantes son:

  • Sensibilidad. Responder de forma rápida y apropiada a las señales y peticiones del niño.
  • Actitud positiva. Expresar una emoción positiva y afecto hacia el niño.
  • Sincronía. Estructurar interacciones recíprocas y nuevas con el niño.
  •  Mutualidad. Estructurar interacciones en las que los progenitores y el niño atienden a lo mismo.
  • Atender estrechamente y proporcionar apoyo emocional a las actividades del niño.
  • Estimulación. Dirigir frecuentemente acciones hacia el niño.

El apego tiene un papel muy importante a lo largo de todo el ciclo vital por lo que establecer adecuados vínculos de apego con personas adultas que nos cuiden y eduquen, así como vínculos de amistad con iguales con los que compartamos experiencias y juegos, es fundamental para el desarrollo emocional.


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